In memoriam

Paseo en familia

(Parte III)

Otras cosas que recordamos de pequeños, cuando andábamos con nuestros padres, Marco Antonio y Celia, eran las frases con las que nos identificábamos cada uno.

Durante nuestros paseos familiares en el “Batimóvil” (Chevrolet del 59) cuando nuestro hermano César quería que mi padre adelantara al vehículo que tenía delante, le decía: “Papá, chócalo, chócalo”, que significaba “pasa al vehículo que está delante”, expresión que ahora nos provoca mucha gracia al recordarla.

En el caso de nuestro hermano Paúl, cada vez que deseaba algo, simplemente decía “Pero yo quiero”…; ante la duda de saber qué era eso que él quería, mi papá y mi mamá, le preguntaban, “Paulito, pero ¿qué quieres?”, y él se limitaba a repetir, “pero yo quiero”, sin precisar plenamente su deseo, lo que culminaba en una suerte de auto enfado por no saber identificar lo que deseaba. Este recuerdo, ahora nos produce risa y nos parece una simplicidad, pero en su momento era motivo de fastidio para él.

Por aquellos años vivíamos en la primera cuadra de la calle Unión, y nuestros padres ya habían adquirido una propiedad, en la Urbanización Santa Inés, gracias a un préstamo obtenido a través de la Caja Trujillo; préstamo que no solo incluía su compra sino también la construcción que estuvo a cargo del Ingeniero Jorge Torres Vallejo, primo de mi madre. Mientras la casa se construía, mis padres solían visitarla para ver los avances. Esto sucedía cuando yo era pequeño. Y como siempre nos llevaban con ellos, mis padres me solían decir: “Julito, ¿nos acompañas?”, y anadían: ¿A dónde vamos?”, a lo que yo rápidamente respondía: “a la contu”, obviamente refiriéndome a la “construcción de la nueva vivienda”. Entonces, yo pasaba por toda la casa gritando “vamos a la contu, vamos a la contu”, como para que todos se enteraran a dónde íbamos.

Cuando la casa estuvo finalmente terminada, pero con muy pocos acabados, mis padres decidieron que era el momento de hacer el cambio de vivienda. La mudanza se realizó el 24 de diciembre del año de 1968, por la tarde. Durante todo el día se realizó el traslado de lo necesario y básico para vivir: camas, sillas, utensilios de cocina, y algunas otras cosas de necesidad familiar, esto nos tomó casi hasta casi 10 de la noche. Aquella fue una Navidad inolvidable. Llegamos a cenar y luego a la cama. La faena había sido realmente agotadora.

Cuando llegamos a la nueva casa, el barrio estaba casi despoblado. Existían muy pocas viviendas. Entre ellas, las de las familias Zarate Melly, Carranza Revilla, Del Busto Durán, González Oliva y Pi Guevara. Más adelante llegaron las familias Armas Tamayo y los Cabrejos, entre otros. Gracias a la amistad que nuestros padres mantuvieron con estas familias, nuestra niñez y juventud estuvieron rodeadas de muchos amigos coetáneos y de una gran actividad deportiva, al punto que creamos el Club Social y Deportivo BAMESI (Barrio Médico y Santa Inés), que incorporó a grandes amigos de juventud, amistad que se fue acrecentando con el paso de los años. Cada vez que nos reunimos evocamos estos lindos recuerdos amicales. Añoramos los mismo para nuestros hijos.

Como en toda amistad de niños, siempre se presentaban rencillas, mi padre, adelantándose a esos eventos, nos recitaba este bello poema del poeta cubano, Nicolás Guillen, titulado “No sé por qué piensas tú…”, que es una bella reflexión sobre las diferencias que podemos tener, pero que ahora, con el paso del tiempo, nos estimula para sentirnos con esos grandes amigos como hermanos por extensión. Espero lo disfrutes.

No sé por qué piensas tú...

No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.

Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?

Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, sí yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.

Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.

Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!

Marco Antonio Corcuera: un verso que sigue vivo

Un 9 de septiembre como hoy, en 2009, partió Marco Antonio Corcuera Díaz, fecundo escritor, creador del concurso de poesía El Poeta Joven del Perú y soñador incansable que hizo de la poesía un acto de amor y fraternidad.

Su amigo y pariente, César Adolfo Alva Lescano, lo despidió con palabras que aún resuenan: su muerte no podrá sepultar su memoria, su imagen, su moral, su ejemplo, la nobleza de su espíritu. Y es cierto: su voz sigue presente en cada verso, en cada encuentro cultural, en cada recuerdo que lo mantiene vivo entre nosotros.

Hoy lo evocamos como un ser humano ejemplar, esposo, padre y sobre todo como poeta y amigo, cuya obra y generosidad permanecen como herencia luminosa para las nuevas generaciones.

Marco Antonio Corcuera Díaz (1917 – 2009)
¡Poeta y amigo… descansa en paz!

Discurso completo de César Alva Lescano

Si existe un glorioso cielo Mansión para los poetas, Y en este mísero suelo Sólo les queda el consuelo De haber amado de veras, Se ha consumido su vida Igual que las fuentes secas Y en vaho se precipita A las regiones eternas.

Este multitudinario cortejo fúnebre que llega contrito a este lugar del eterno descanso, escenario silencioso y lúgubre, es testimonio fraterno del sentimiento y amistad que en vida gozó el distinguido ciudadano, fecundo escritor e inspirado poeta, Doctor Marco Antonio Corcuera Díaz. Este cortejo viene hondamente atribulado a depositar en su sepulcro los restos mortales de tan ilustre varón, hombre bueno, virtuoso, generoso amigo y gran poeta; termina su trágico drama y presenta el último acto de su vida.

Esta oración necrológica que se extiende esta tarde por el ámbito de esta silente mansión, hace eco en los corazones adoloridos al despedir al amigo poeta que cae por designio divino y natural, pone en el umbral de su mudanza, término a su ilustre existencia, tras el tiempo que ha marcado el ritmo de su vida, va quedando su ejemplo, su mensaje amoroso difícil de negar y olvidar; pues su grata existencia cargada de dignidad, el tiempo se encargará de justificar y exigir su recuerdo e inmortalidad; su muerte no podrá sepultar su memoria, su imagen, su moral, su ejemplo, la nobleza de su espíritu, virtudes que distinguieron su personalidad frente a los bienes terrenales.

¡POETA Y AMIGO...!
¡¡DESCANSA EN PAZ...!!